jueves, 2 de agosto de 2007

Cara de foto

Lección de fotogenia

Mi padre es un hombre apuesto. No te das cuenta de eso hasta que envejece un poco y pasan los años. Entonces descubres que las canas son interesantes, que mantiene su espalda erguida, su vientre plano y esa prestancia de galán de cine que hace que, al verlo pasar, las mujeres se vuelvan a mirarlo dos veces. En resumen: independientemente de la edad que tenga, estás ante un hombre guapo, de la cabeza a los pies.

Pero no sólo es guapo. Además, mi padre es un hombre fotogénico. Eso ya lo sabíamos todos en casa… Es el único, por desgracia, ya que mi madre tiende a poner siempre “caras de foto”, y sus tres hijas hemos heredado esa cualidad suya en alto grado. Pero el otro día papi me dio una lección de fotogenia… y decidí aprender.

Fui a comer a casa de mis padres. Entonces quise sacarles unas fotos, de primer plano, con mi cámara digital. No les dije para qué, pero voy a confesároslo. Pronto será su aniversario de bodas. Y quiero hacerles un regalo. En mi tienda de fotografía habitual, desde hace un tiempo se dedican, entre otras cosas, a imprimir imágenes fotográficas sobre camisetas, platos, bolsas, alfombrillas de ratón, llaveros… Es decir, hacen regalos personalizados. Pues el regalo que he pensado para mis progenitores es nada menos que un juego de tazas de té, un tú y yo de porcelana, donde aparecerán impresas la cara de papá y la de mamá, una en cada taza. Y ahora me diréis, ¡qué cursi! Sí, quizás parece un poco cursi… Pero me hace ilusión. Y hasta les compondré una poesía para que la reciten, acaramelados, mientras toman infusión con miel y canela en sus tazones, bebiéndose el uno al otro con la mirada…

Hacer una foto a mamá fue toda una proeza. Ya os lo podéis imaginar. Entre los ojos cerrados, los labios torcidos, la mosca, el pelo, la mueca… las que no le gustaban a ella y las que no me gustaban a mí, desdeñé al menos una veintena. Cuando por fin seleccioné dos o tres, sudorosa y con agujetas en los abdominales (buen panzón de risa nos dimos), fui al ataque de papá.

Hacer la foto a papá me llevó menos de un minuto y apenas dos instantáneas. Es asombrosa la naturalidad con que posa ante una cámara, con esa media sonrisa de galán y sin esfuerzo alguno. ¿Cómo demonios lo hace?

Bueno, pues ayer papi me reveló su secreto. Y yo escuché, toda oídos, su truco infalible para triunfar ante la cámara.

“El secreto, nena, es mirar a la cámara como si fuera una chica a la que quieres enamorar”. No hay más.

Ah… De ahí esa pose entre inocente y curiosa, más interesada que interesante, la mirada dulce y esa sonrisa que asoma a los ojos y relaja los labios. En fin. Perfecto. E irresistible.

Y me dije: “Nena, aplícate el cuento”. Esta lección no la puedes perder.

Aplicándome el cuento

Pensé: Si para un hombre funciona mirar la cámara como la chica a la que quiere seducir… para una mujer será lo mismo. Sólo que al revés.

Y, con esa idea en mente, me fui al estudio fotográfico de mi barrio, dispuesta a renovar todas las fotografías que aparecen de mí en currículums, webs, carnets y demás… Me maquillé con esmero, me alisé la melena cuanto pude, me puse mi top de escote barco, el que realza mi largo cuello… y allá fui.

La fotógrafa es una buena señora, paciente y encantadora. Lola, se llama. Lola me hizo sentar en el taburete, contra el paredón blanco, y me enfocó con su potente cámara. Yo sonreí y miré al objetivo. “Piensa que es un chico guapo… al que quieres enamorar…” Piensa en él. Piensa.

Entonces comenzaron mis problemas. Mi imaginación es algo inquieta y, de pronto, pasaron ante mi mente los cuatro hombres que han dejado huella más honda en mi vida… Cielos. ¿En cuál de ellos pensar? ¿En el primero, aquel guaperas del instituto, que me robó el sueño durante tres años? ¿En el segundo, aquel que me hizo…? Mejor no sigo que me sonrojo. ¿El tercero…? ¡Cabrón sinvergüenza! ¿O el cuarto, el definitivo? (Y… ¿cómo leches me enamoré de él??)

¡Flash!

El fogonazo salió disparado. No, mierda, aún no… A los pocos segundos, en la pantalla digital, Lola y yo contemplábamos horrorizadas la instantánea. La cámara había captado mi mueca infantil más primitiva: esa expresión de arduo esfuerzo mental, mientras mis incisivos muerden con furia mi labio inferior… Uy, habrá que repetirla, ¿no? Claro, cariño, no pasa nada. Eso es normal.

Esta vez, respiré hondo y concentré mi mente. Como soy mujer leal, opté por pensar en el cuarto. Mi definitivo. Pero antes debía pensar… ¿Cómo, cómo enamorarlo? ¿Cómo me sedujo él a mí? Me entró la risa. Mi amor me hace reír, mucho.

¡Flash!

Esta vez, la instantánea era más risueña. Lola movió la cabeza, dubitativa. Mujer, no está tan mal… ¿Que no está mal? ¡Dios santo! Parezco una mona chillando. Se me ven todas las arrugas, las patas de gallo, la nariz fruncida… y mi afilada dentadura al completo, con esos preciosos colmillos que son mi orgullo de raza, pero que de fotogénicos no tienen nada.

No, no, Lola. Si no te importa… ¿Podemos probar otra vez? Claro, claro. Como todo es digital… ¿Qué nos cuesta?

Cerré los ojos. Déjame relajarme… Tomé aire. Dicen que el primer amor siempre es especial. Para muchos, es el único, el auténtico. Sí, algo de verdad hay en eso. Mi sueño de adolescente… Ah, cuánta pasión contenida. Cuánto deseo. Pensé en el primero. Pensé en él… y se me cayó la baba.

Lo peor es que la baba casi manchó la foto.

Lola, me sabe tan mal… Por favor, una vez más. Sí, mujer, no te preocupes. Las veces que quieras. Hasta que no te veas bien, seguiremos probando.

Ay, sí… Suspiré y miré al objetivo. ¿Cómo coño mirar aquel agujero negro y brillante, e imaginar que es un chico guapo al que quieres conquistar?

De pronto, algo captó poderosamente mi atención. Sí, ¡eso era lo que necesitaba! Fuera nostalgia y fantasías. Necesitaba concentrarme en un objetivo “real”. Desvié ligeramente la mirada y clavé mis ojos en un enorme retrato, entre los muchos que adornaban la pared del estudio ante mí. Era un tipo guapísimo. Desde luego, no debía ser del barrio, jamás lo había visto. La foto era en blanco y negro, de medio cuerpo, y el modelo lucía el torso desnudo como un David… estaba para comérselo entero. Eso haría, sí. Cuando la cámara me enfocara, ladearía suavemente la cabeza y sonreiría al bello adonis. Esta vez, seguro que salía bien.

¡Flash!

Mmmm. Lola miró la pantalla con atención. Esta no ha salido nada mal… Tienes una mirada muy bonita. Bonita, sí… con los ojos lánguidos y el rostro transportado, como santa Teresa en éxtasis. Sólo que… ¿cómo poner una foto así en mi CV? Y si la cuelgo en mi blog, me arriesgo a recibir un puñado de mensajes de tono subido. No, definitivamente, no.

La última. Esta vez, la última. Lola me sonrió, condescendiente. Tú mira al objetivo y no pienses más. Sé tú misma. Natural.

Yo misma. Natural. Lo natural en mí, en esos instantes de tensión y frustración creciente, es una irreprimible sensación de ira, que amenaza con asomar entre mis dientes. Agggrrrr.

Cierra la boca. Ciérrala, te digo. Mejor no enseñes las fauces. Ahora mira a la puta cámara. Sí. A ella. Así. Ahora sonríe un poco. No mucho. Hipócrita. Es igual. Tú sonríe. No cierres los ojos. Ábrelos bien. Allá va.

¡Flash!

¡Increíble! Bella, agresiva, ¡matadora! Estás para una portada de Vogue, exclamó Lola, entusiasmada. Y me pidió permiso, la muy zalamera, para reproducir mi cara y ampliarla, como reclamo en el escaparate. ¡Válgame! Me lo tengo que pensar… Cariño, no te lo pienses más. Te regalo las fotos. No te cobro nada. Y te regalo diez copias más, de propina. Tú tranquila. Verás qué bien queda.

Salí de la tienda con mi sobre atestado de fotos “matadoras”, con la cabeza aturdida y los ojos flasheando. Y pensando que, el día que Lola exhibiera mi retrato en el escaparate, ese día más me valía desaparecer del barrio…

2 comentarios:

JUAN PAN GARCÍA dijo...

¡Buenísimo, Elisabet! Me he reído todo el rato imaginando la escena.
¡Al final,resulta que eres tan guapa que mereces estar en le escaparate de una tienda!
¡Avísame cuando la pongas en tu perfil, porfa!
Buen relato, ameno y tan bien narrado que se hace corto, muy corto.
Besos.

Montse de Paz dijo...

Juan, ¡esto es un cuento! Ni soy tan guapa ni estaré en un escaparate, ja, ja. Tampoco pondré ninguna foto espectacular en mi perfil :) Me alegro que te rieras, ¡esa era la intención!