sábado, 28 de julio de 2007

Castigo

Sueño. Estoy yaciendo dormida, con las manos cruzadas sobre el pecho. Una bóveda de árboles se eleva sobre mí. Huele a rosas. Estoy yaciendo sobre un lecho de rosas.

Abro los ojos. Está muy oscuro. Una raya de luz pasa por debajo de la rendija de la puerta. Somos tres los que estamos encerrados. Dos, y yo. Ellos se han dormido. Los oigo respirar. Pero yo no duermo. No puedo dormir. Aprieto los párpados, y sueño.

Respiro hondo. Estoy en el bosque. Las aves callan y la brisa enmudece. Una sombra cruza el claro. Duermo.

Me han encerrado, otra vez. Nunca puedo dormir, soy inquieta. A veces finjo hacerlo. Otras, no puedo, y no dejo dormir a los demás. Por eso nos han encerrado, a los tres. Pero ellos ya duermen. Estoy sola, y despierta… pero él vendrá a rescatarme.

La sombra se cierne sobre mí. Se inclina. Lo veo, a través de los párpados entornados. Lo espero, en mi sueño. Mis labios se entreabren… y los suyos se posan en mi boca. Sabe caliente… mojado y suave.

Soy mala. No duermo. Pero él me ama. Me busca en lo hondo del bosque. Y me besa. Mi cuerpo vibra como cuerda pulsada. Estremecida. Ya no me importa estar ahí… Nadie me ve. Encerrada. Me gusta estar ahí. Él me besa.

Me han castigado de nuevo. Estoy en el cuarto oscuro. Al otro lado de la puerta, en sus pequeñas hamacas, mis compañeros se entregan plácidamente al sueño. Yo no puedo dormir, y alboroto. Por eso me han encerrado.

Tengo cuatro años. Es la hora de la siesta en la guardería.

1 comentario:

JUAN PAN GARCÍA dijo...

Una niña muy precoz. ¿Con cuatro años ya sabe eso de besar en la boca y sacar el sabor?
Creí que hablabas de un adulto.
El cuento me ha gustado, aunque ese final me ha sorprendido.
Disfruro mucho en tu blog, cada día entraré. Un beso