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Sintió la fuerza. Sintió el poder. Paladeó el sabor agreste de la libertad."
De La hija del Mediodía. Capítulo 3.
Pocos lugares hay más placenteros para una buena lectura que el refugio verde y sombreado de un añoso árbol. Os invito a cerrar los ojos, respirar hondo e imaginaros en una tarde plácida de verano. Sentados, con los pies descalzos sobre la hierba que cosquillea vuestra piel, la espalda recostada en el cálido tronco leñoso, las hojas susurrando sobre vuestra cabeza... Y un libro entre las manos.
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